27 de mayo de 2008

Club de lectura

El passat tretze de maig ens reuníem per a parlar del llibre "Como agua para chocolate" de Laura Esquivel. Fou un encontre al voltant del xocolate i de tot el que ens havia provocat i suggerit la novel·la que a ningú va deixar indiferent.
Prompte oferirem les opinions dels participants en l'encontre!

25 de mayo de 2008

PASEANDO POR EL DICCIONARIO

Los alumnos de 4º se han paseado por algunas páginas del diccionario y han compuesto una historia. ¿Serías capaz de averiguar qué páginas son?

Empiezo desde abajo, me abalanzo como si intentase abanderar al resto. Pero me habían abandonado. Me abaniqué mientras abarcaba la cubierta de un barco abarquillado que se encontraba abarrotado. Me abdujeron pero escapé por una abertura. Caí sobre la abertzale, les abjure, y se abnegaron por mí.
Mi esposa me abordó, mentira, abortó con una fuerte abrasión en el corazón.
Me abrazó y me abrigó, le abrí una conversación pero ella estaba absorta, estuvo meses de abstinencia. Todo a su alrededor se tornó abstracto, todo era aburrido, todo se comenzó a acallar, todo acabó.

Juan Lizandra

Llevaba tiempo deseando un cabriolé y cuando por fin lo conseguí, llegó el buitre de turno a arrebatármelo y fue ahí cuando me di cuenta de que un buitre es una persona egoísta que aprovecha cualquier circunstancia para obtener beneficio. Pero decidí irme con el a darme una vuelta, sabía lo que tramaba pero al momento fue cuando me enteré que era un bujarrón hecho y derecho, vamos, un homosexual, y me di cuenta de que no me importaba para nada, es más, me parecía de lo más divertido. Era como estar metida en una burbuja sabiendo que en cualquier momento se puede pinchar. Más tarde, cuando llevábamos un rato hablando, deduje que no era un burdo, ni mucho menos, ya que si hubiese sido así, no habría tenido tanta sutileza al tratarme de la manera con la que me estaba tratando. Después decidí centrarme únicamente en él, era, en mi opinión, una especie de caballero muy cortés, pero con un punto realmente extravagante y la verdad es que me fijé, y tenía un cabello muy fino y de un color precioso.

A los 5 minutos, sonó mi móvil, y fue cuando comprendí que todo aquello simplemente había sido un sueño.

Macarena Álvarez

LA ATALAYA DE LOS SUEÑOS

El artífice de este texto puede asegurar que lo que está articulando, no se asemeja a nada de lo que haya artificiado antes. No trata de ningún asesino o asesinato ni tampoco de ningún asalariado que trate de asediar la calle con una barricada.
Ahora, sólo imaginen. Imaginen algo asombroso, algo que no aterrorice a nadie, por favor si no algo que atesore su bien más preciado, asígnenle una contraseña para que se asimile bien de quién es. Se podrá ver, y en ocasiones tocar, pero jamás robar. Coloquen asfalto para que sea difícil de alcanzar y construyan una atalaya para poder asegurar su bien. Asomen la cabeza por la atalaya y disfruten del Atlántico, ya que se podrá ver todo el mundo, podrán ver Asia pasando por Occidente hasta América, a su lado el aspa de un molino girar y aspiren el aire puro.
Por la noche los astros les brindarán la mejor de las luces posibles. Un guerrero astur les asaltará por la noche, no le juzguen por su aspecto ya que les mostrará un atajo hacia su tesoro y cuando lo haya hecho se esfumará con astucia y jamás volverá a aparecer. Cuando por el atajo vuelvan a su atalaya encontrarán un artículo de prensa que dirá que el mundo vuelve a ser perfecto. Estarán un ateo y Dios cogidos de la mano para aseverarlo.

Aleix Carsí

En ocho ocasiones me preguntaron cuál era mi mayor obsesión.

El primero fue un oficial del ejército con un oscuro traje. Me aseguró que sabía cuál era mi mayor obsesión, el ocio. Yo le miré a los ojos y le dije que no le entendía. Se marchó ofendido. El siguiente en preguntarme fue un obrero. Me dijo si mi mayor obsesión era pintarme los ojos. En aquella ocasión me ofendí y salí corriendo. La tercera persona en preguntarme cuál era mi mayor obsesión fue mi oftalmólogo. Me dijo si era vestir con camisetas de color ocre. Cerré los ojos y me marché lo más rápido que pude. El siguiente fue un cazador de orangutanes que me preguntó si era visitar el oceanográfico. Yo le sonreí y le dije que se confundía, que esa no era mi mayor obsesión. La quinta persona fue un oficinista que me preguntó si mi mayor obsesión era ocultar pruebas de crímenes. Yo le contesté que no y corrí hacia el oeste donde me encontré a un ojeador que me aseguró que sabía cuál era mi mayor obsesión: ver las olas del océano. Yo le miré con cara extraña y me marché sin despedirme. El siguiente fue un obispo que me aseguró que lo tenía. Me dijo que seguro que mi mayor obsesión era ofrecer comida a los obesos. Obviamente se equivocó. El último fue un ojituerto que me preguntó si mi mayor obsesión era oír el canto de los pájaros por la mañana.

Ocho personas me preguntaron cuál era mi mayor obsesión y ocho personas se equivocaron.

Beatriz Renal

HIPERMERCADO DE PALABRAS

Ayer los estantes de mi despensa de vocabulario estaban vacíos, así que decidí acercarme al hipermercado de palabras. Qué ajetreo de verbos y expresiones, un torbellino hipnótico. Te entraba hipo solo con pensar que debías recorrer todos aquellos pasillos para llenar el vacío que dejaron las palabras que se fueron en la última conversación. Así que me dirigí al mostrador y pedí el catálogo a aquel hombre hispanoamericano que lucía un enorme hocico de hipopótamo y unas patas de hipogrifo, siguiendo las tendencias del momento. El catálogo era un enorme tomo hojudo, había tanto que hojear, y yo soy tan holgazán, que decidí dejar al azar la elección de la página. Así que me senté en uno de los sillones de hojalata situados entre hola y holán (Si alguna vez pasa por el hipermercado de palabras pruébelos, son comodísimos). Encendí una pequeña hoguera en la alfombra pero como Hola no dejaba de distraerme dándome conversación llené de hollín todo el hipermercado, lo dejé precioso, de un negro homogéneo. De repente aparecieron dos hombretones con hombreras y me dijeron que estaba arrestado, se me acusaba de homicidio. Resulta que la explosión de hollín había puesto histérica a la hipertensión y le había dado un ataque mortal al corazón. ¡Pobre hipertensión! Intenté explicar a esos hombretones que había habido un mal entendido, que yo solo estaba intentando darle un toque más hogareño al rincón de hojalata. Pero claro, con todo ese lío aún no había comprado nada y seguía sin palabras.

Sara Llenares

EL PARANOICO PARAPLÉJICO

Son las doce de la noche y aún tengo mucho papeleo, mañana se entregan las redacciones para castellano y acabo de encontrar uno de estos papeles en la papelera. Es la redacción del subconsciente que estaba buscando: “El paranoico paraíso de los parapléjicos.”

Nuestro paranoico parapléjico quería ser atleta. Llegó el gran día y en el panel de salida se bajó el pañuelo. Y nuestro paranoico parapléjico con su característica patanería empezó a correr por todo el patio tan rápido como una patosa pantera panzuda, pero otro patético paleto le ganó y nuestro paranoico parapléjico no tuvo otro remedio que parapetarse en la parada del autobús.

Belén Reig

La semana pasada fui a una fusilería y me compré un fusil que me salió por una ganga.

Al día siguiente me fui a los pirineos, a la poca nieve que queda, pero mi objetivo no era esquiar sino secuestrar el funicular. Estuve esperando 20 minutos a que empezara a funcionar el funicular, cogí el primero de la jornada y conmigo subieron un funky una furcia y un gay con grandes gafotas. Cuando saqué el arma y les dije que les iba a secuestrar se pusieron muy nerviosos, tanto que la furcia me intentó fustigar y por ello tuve que apretar el gatillo. La bala le hizo un boquete en la pierna y el funky se me puso gallito ya que era su cliente, y le tuve que amenazar para que se tranquilizara .Tras largas horas de negociación policial nos ofrecieron comida. Yo, como valenciano que soy, pedí mandarinas que me gustan mucho y cuando dejé el fusil en el suelo para comerme un gajo la policía me disparó un dardo tranquilizante, caí redondo al suelo y mientras poco a poco me dormía, pude observar como el gay, de la alegría, se quitó los gayumbos. La próxima imagen que recuerdo es la de estar en el hospital junto a dos policías.

Iván Aroca

FERNANDO FERRER

Fernando Ferrer trabajando en una ferretería. Aquel era un negocio familiar que había levantado su padre con mucho fervor, en una época en la que los ejércitos se atacaban los flancos y los hombres luchaban como fieras para arrebatar al contrario un trozo de feudo.

En la guerra el padre de Fernando se quedó como un fideo, tuvo un gran deterioro físico. Aquello parecía ficticio pero su padre era fiel a sus ideales.

Los campos fértiles que se llenaban de flores, cuando llegaba el tiempo de floración, es decir, la primavera, se teñía de rojo. Y el enemigo era la figura a abatir, y cada muerte era motivo de fiesta, no habiendo lugar para el fallo.

La situación era para cortarse el flequillo, los ferrocarriles no estaban para transportar filetes ni lujos sino se encargaban del aprovisionamiento de los ejércitos en el frente.

Andrés Ten

Llegué a casa y me dispuse a hacer la redacción para castellano. Y para no ponerme nerviosa y agobiarme, decidí cogerme este trabajo con mucho humor, es decir, intentar tener una buena disposición a la hora de hacer dicha redacción. Me puse a leer en el diccionario y me vi reflejada con la palabra hurí, puesto que soy una bellísima mujer virgen con la que todo hombre deseaba estar en el paraíso. De repente me atrajo un suave olor que de la cocina venía y nada...me fui a husmear y...acabé en la vocal i, y se me ocurrió un ideal plan para el trabajo de audiovisuales sobre los superhéroes y...bueno que yo me entiendo y que los idiotas sois vosotros, ¡tontos! Y éstas dos páginas que van a continuación las he pasado impetuosamente, violentamente, como lo queráis decir, porque el im- y el in- forman una tira de palabras antónimas incalculables, que no se pueden contar como: impuro, inaceptable... Entonces me vi incapaz, con falta de talento para continuar esta redacción.

María Guillem

POEMA PARA LOS CERBEROS

Cerbero, gran guardián de la vida

Custodia la puerta de la libertad.

Centenario, milenario animal.

Cuida la muerte desde su cenicero

Condenado a vigilar a los eternos cerdos

Que nunca volverán.

Es el máximo centurión, del temible

Ejército del Hades, de esos cuervos

Sin corazón; centenarios, milenarios animales,

Grandes guardianes de la vida, la muerte.

Observan a los vivos, matan a los muertos.

Su frontera, cicuta

Su enemigo el celaje de libertad.

Pocas ceremonias deberían celebrar

Al guardián de los muertos,

Y de los vivos que aguardan

Su diario perecer.

Más no temáis, por que a quien

Se parece a Cerbero, no es más que otro perro

Condenado a los vivos-muertos guardar.

Carmen Coret

18 de mayo de 2008

La mar


La Mar

Una altra vegada m’havia tornat a fallar, em va prometre que anava a estar amb mi sempre, i ja m’havia fallat. Després d’un quart d’hora a la platja, em vaig llevar les sandàlies i vaig deixar que l’arena m’acaronara els dits dels peus. La brisa vespertina em susurrava prop dels oïts una melodia amb les gavines de fons. Me’n vaig apropar a la vora, fins a deixar que l’aigua m’arribara als turmells, amb cadascuna de les ones que arribava una llàgrima moria a la meua galta, ja sabia que hui tampoc arribaria, caminant vaig anar a l’espigó, allí, l’olor a sal se m’adheria a la gola, fins a deixar-me sense respiració, però la vista era bonica, el mar i jo, les ones xocaven contra les roques, desgastades i blanques per l’erosió de l’aigua, la llum del crepuscle em donava de cara, fent-me malbé als ulls, em vaig girar, donant-li l’esquena al que havia sigut el meu confident, i amb l’última llàgrima que va caure a l’arena se’n va anar el meu pasta i el meu present, me’n vaig girar per última vegada per vore la mar i vaig córrer cap al meu futur.


Marta Carrasco, 2n A




LA MORT

El meu cor s'encongeix davant la immensitat del blau, un calfred recorre cada racó del meu cos deixant-me immòbil durant uns instants. La brisa m'esgarrapa la cara amb ràbia però alhora amb la seua tendra frescor.

Les ones remouen l’arena donant-li a l'aigua un color daurat, que es barreja amb el reflex del sol al capvespre. Una mà es recolza en la meua esquena. Em gire. Ahí està, ha valgut la pena l'espera. La seua aspra mà acaricia el meu muscle, de nou aquest calfred.

Mil pensaments recorren el meu cap, però cap aconsegueix tranquil·litzar-me, mil motius per a rendir-me, mil per a lluitar... que serà el més fàcil?.

El meu cos comença a elevar-se sobre la pàl·lida arena i ella amb mi, tan fosca com sempre però afectuosa com mai. Es que mai tornaré aquí, però em consola el fet de saber que per fi abandonaré el meu ja rutinari sofriment.
Kiko Català, 2n Eso

7 de mayo de 2008

Hay un pingüino en mi azotea






HAY UN PINGÜINO EN MI AZOTEA


¿Recuerdas que me pediste un resumen de nuestra relación? Bien, la voy a hacer como si fuera una casa. Cuando nos conocimos todo era dulce, como la entrada. Me enseñaron que siempre hay que mostrar la cara buena a los invitados. ¿No? Yo vivía como un gnomo en un jardín, siempre feliz, ajena a lo que pasaba a mí alrededor. Cuando estaba contigo siempre era todo de color rosa, el aire tenía un cálido aroma y tú irradiabas en los días más oscuros, alumbrando cualquier huella de pena. Todo lo bueno se acaba pronto. Subamos un piso más. En las habitaciones casi todos tenemos fotos de amigos, por aquel entonces tú estabas haciendo que esos retratos se desvanecieran en el olvido. Tú te aferrabas a mi amistad como un timbre lo hace a un dedo e impedías que me relacionara con otros. Te resistías a que pudiera olvidarte. No pienses que no intente dejarte, aunque no alcancé el éxito. Los días pasaban y limaban mi dulce cara, de la que ahora ya solo queda una vaga presencia de lo que era antes. Si levantas la alfombra podrás ver toda la suciedad que allí oculté, mejor dicho, donde tú te ocultaste. Doy las gracias a que alguien consiguió destaparte, y despertarme de este inhóspito letargo. La azotea, esta es la última estación de nuestra dependencia. A estas alturas puedo asegurar que hubo un pingüino en la azotea. Ese pingüino era yo, un ser frío al que ya no le inquietaba nada. Vivía solo por y para ti. Mi dependencia, al igual que mi odio, era como una bola de nieve que baja por una ladera, cada vez se hacía más grande e imparable y solo se podía parar con la ayuda de alguien. Fui afortunada al tener una familia que me quiere y unos amigos que perdonan, gracias a ellos hoy estoy aquí, contándote cómo fue mi relación con las drogas y esperando a que tu no seas capaz de crear una secuela de esta historia.
Rocío Boadella 2n eso A